viernes, 16 de diciembre de 2011

"The Artist", de Michel Hazanavicius. La Sonrisa Constante (SIN SPOILERS)


Película: The Artist
Año: 2011
Nacionalidad: Francia
Sinopsis: George Valentine es una estrella del cine mudo al que la fama le sonríe. Peppy Miller es una joven que quiere hacerse un hueco como actriz en el mundo del cine. La irrupción del cine sonoro marcará un antes y un después en estas dos vidas: el descenso de George al olvido y el ascenso de Peppy al estrellato.



A estas alturas resulta una obviedad, aunque muchas veces es necesario repetir lo evidente, que el cine posee un lenguaje propio. Un lenguaje que hoy en día, ya bien entrado el siglo XXI, el público conoce muy bien e identifica plenamente, a pesar de que, en muchas ocasiones, se ve distorsionado o más bien embrutecido por una amalgama de efectos visuales que no están al servicio de la historia, sino que pretenden protagonizarla, o unos personajes que no se han compuesto con la verdadera profundidad psicológica que merecen. Comento esto porque si hay un gran valor que tiene "The Artist" es que consigue reconciliar al público con ese lenguaje y con la complicidad que crea, y lo hace de una forma muy arriesgada: siendo una película muda.


Michel Hazanavicius es plenamente consciente del rol que adquiere al realizar una película de estas características en una época como la nuestra, y juega constantemente con las posibilidades que se le ofrecen y sabiendo muy bien lo que el público va a pensar en cada momento con cada golpe de efecto, con cada giro argumental, con cada clímax de acto. Es por ello que, pese a encontramos ante una de las películas que mejor exponen lo que significa el amor hacia el cine, "The Artist" no es una película dirigida sólo a un público amante del cine, sino que tiene la ambición de encandilar a todo tipo de espectador, algo que consigue con creces. Una historia donde su protagonista, George, debe enfrentarse al avance técnico que supone la irrupción del sonido en el cine, algo que él no es capaz de comprender y no cree que sea verdadero cine, mientras que Peppy, una actriz incipiente, "nace" artísticamente en ese cine, convirtiéndose en una de sus estrellas. Un tema ya tratado en anteriores películas pero que nos recuerda bastante bien al momento actual en que vivimos (demostrando una vez más que la historia siempre es cíclica) donde la irrupción de internet y las nuevas plataformas de comunicación derivadas están cambiando industrias como la de la música o, incluso, la del propio cine. Creo que se podría ir más allá y decir abiertamente que "The Artist" es una de las películas que mejor muestran y exponen el concepto de cambio, el cual he aprendido a conocer bien por la Psicología, pero sobre todo por el cine. El cambio, muy presente en nuestras vidas, y desde luego muy presente y necesario en la narración cinematográfica, es uno de los motores fundamentales del avance de la humanidad. Sin él sencillamente estaríamos perdidos, como le ocurre a George durante gran parte de la narración.


Entrando en aspectos más concretos. Al tratarse de una película muda la Banda Sonora acompaña prácticamente todo el metraje a la narración, a la que debe ayudar más que en cualquier película sonora, como es lógico pensar. Ludovic Bource, su artífice, compone una música maravillosa que nos hace reír, llorar y nos crea tensión, todo con una precisión milimétrica para cada momento que lo requiere. Una música que, al mismo tiempo, recupera los estilos clásicos de aquella época pero que también es capaz de identificarse y definirse como una música compuesta en la actualidad; es decir, una combinación harto difícil de llevar a buen puerto ¡Bravo, Ludovic!


Y puedo decir sin complejos que lo aplicado antes a la Banda Sonora se puede trasladar al trabajo de Guillaume Schiffman, su director de fotografía. Aquí el juego resulta máximo, tanto por comprobar que se realiza una composición del plano muy actual (en la película se ven muchos más planos medios y medio cortos que los que se usaban en aquel entonces) en una proporción de aspecto totalmente de aquella época (4:3 frente al actual 16:9), mezclada con la calidad de imagen del siglo XXI. Esto tiene su continuidad en el montaje de la película, como era de esperar.


En la parte más artística, las dos estrellas de la película brillan sin caer en intensidad de comienzo a fin de la cinta: Jean Dujardin (George) y Bérénice Bejo (Peppy). Ambos se adaptan plenamente a lo que significa actuar en una narración muda, donde las expresiones, los gestos, los movimientos, deben ser más notorios que en el sonoro. Pero al igual que comenté antes con la Música y la Fotografía, sus actuaciones siguen siendo también plenamente actuales. No se sobreactúa, no se gesticula en exceso ni se fuerzan expresiones, todo fluye de manera natural en ellos, consiguen que cada mirada, cada leve expresión destaque sin esfuerzo. Y así con prácticamente todo el plantel artístico del filme, donde vemos a viejos veteranos como John Goodman (Los Picapiedra), James Cromwell (Babe, el cerdito valiente) o, en una brevísima aparición, Malcolm McDowell (La Naranja Mecánica).


He visto esta película dos veces, y es muy probable que la vuelva a ver de nuevo en la oscuridad de una sala de cine, y no sólo por mí sino porque siento la profunda necesidad de que todo el mundo vea esta maravilla, esta obra maestra. Espero que el sentimiento al verla de aquellas personas que vayan sea el mismo que el mío, ya que si hay algo que denotaron las diferentes personas que me han acompañado es que durante toda la película no podía borrar de mi cara una amplia sonrisa constante.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Creo que no es bueno ir al cine con las espectativas muy altas, así que diré que es una película flojilla, tirando a mala, y por favor ¡QUE NADIE SE LA PIERDA!

cristina dijo...

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